Ven, y déjame que te despierte
con mis besos mientras acaricio tu
pecho.
Ven, y hacemos el amor para
terminar desayunando fuera a la hora de comer.
Te pediré que me abraces o me
cojas de la mano, quiero que todos vean que estás aquí, que has venido pero,
sobre todo, quiero sentirte.
Riámonos de esas cosas que nos
pasan, de tus tonterías o de mis ocurrencias. Riámonos porque no sabes lo
bonito que es escuchar tu risa.
Déjame que te cuente otra vez
cómo me ha ido el día, las cosas que me preocupan, las cosas con las que sueño.
Déjame escucharte, pausadamente, cómo te ha ido a ti, mientras desmontas mis
teorías de la vida con cada sorbo de café. Sí, ya lo sabemos, yo fantaseo y tú
me devuelves a la realidad. Somos una buena combinación, no me preocupa.
Venga, no te hagas de rogar y
ven. Que quiero volver a sentir esos nervios a cada minuto que la aguja del
reloj se acerca a la hora de llegada. Dos minutos y te beso. Emoción a flor de
piel.
Vente, anda, que quiero que
veamos esa peli juntos, apoyada en ti. O descubrir las ofertas gastronómicas de
toda la ciudad con una botella de vino. Tranquilo, dejo que sea blanco.
No quiero más fotos, ni audios,
ni llamadas. Te quiero a ti, aquí. Sin cortes, sin esperas, al natural.
Conmigo.
¿Vienes?
“Más de un año, dos
ordenadores, y 10000 km entre ellos nosotros”
Queda poco, te lo prometo.
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