domingo, 28 de junio de 2015

Cafeteando un domingo en...


Panadería, cafetería, pastelería...Usos varios.

Comparto café con dos mujeres más. En realidad no lo comparto, cada una ocupa su mesa pero las miro y veo que disfrutan del momento tanto como yo. Una de mis rutinas favoritas: café solo, periódico y poca prisa.

Me entretengo observando a la gente. Hay mucho movimiento. Familias, hombres mayores y niños que tiran de la mano que los agarra para rogar que les compren una chuchería.  Pienso en lo bien que nos vendrían esas ganas de luchar por algo a los mayores. Veo contrastes, sonrisas inmensas y caras serias. Amabilidad de unos y hermetismo de otros. Un par de personas hablan mientras esperan en la cola, otros miran su Smartphone. Cada nuevo cliente que entra me transmite una sensación diferente. Extremos diferentes. Entusiasmo y cansancio. Supongo que es normal: Es domingo.

Los domingos son el día por excelencia para escucharnos. El día para querernos y para depurar todo lo negativo que el ritmo semanal nos pueda traer. Lo malo es que a veces es el día más extremo de la semana. La intención es depurar lo negativo pero puede que sin planearlo lo negativo se ponga rebelde y nos depure a nosotros. De pronto un domingo te sientes más feliz que el niño del principio con todas las chuches de la panadería.  De pronto también, siete días después, te sientes tan desgraciada que ni con 1000 chucherías te consolarías.

Hay domingos eufóricos y domingos en los que tú lo que necesitas es la chuchería X, con esa forma X, con ese sabor X, ese envoltorio mágico que sólo existe en tu cabeza... Te da igual que sea imaginaria, o que la semana pasada no la necesitases. ¡La quieres ahora! Además, una mente perversa (la tuya) se empeña en que sólo eso te hará feliz y como no lo tienes te convences de que el mundo no tiene sentido hoy para ti. Te olvidas de pronto de que el domingo pasado eras la reina del mambo. ¿Qué ha pasado? Nada. O al menos nada tan grave que le saque el sentido al mundo. No te dejes llevar por tu mente dominguera de sofá y recuerda que NADA es imprescindible para ser feliz. Está bien, acepto como imprescindible tener cubiertas las necesidades vitales. Pero OJO! Volver a pasear por aquella playa paradisíaca con aquel bello italiano NO es una necesidad vital.

Sí. Todo esto pasa los domingos y no sé muy bien a qué echarle la culpa.

Este café con el periódico siempre me resulta placentero, tanto los domingos negativos como los positivos. Tomo por tradición esta sección en el blog para llenar de “buenrollismo” todos los domingos. Estoy por levantarme de mi mesa e intentar poner sonrisas en las caras serias. 


Tarea de hoy: Sentarse y pensar. Diferenciar entre lo que queremos y lo que necesitamos. Olvidar lo que la rutina y la sociedad nos hace desear  cuando nos ponemos “la ropa de domingo”. Desea lo que tú quieras, sea lo que sea... y sobre todo! SONRÍE!



Iria

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