Ellas son así. Independientes,
inteligentes, increíbles. Pero no lo saben. No lo oyen. No lo creen.
Han derramado lágrimas cuando
deberían haber sonreído, deberían haberse alegrado de que la propia vida se
hubiese cargado al capullo de turno. O a
la capulla de turno. Las hay de todos los gustos.
No han podido reírse de ellas
mismas porque ya se encargaban otras personas.
Han creído en el amor.
Algunas aún creen en él. Lo
defienden como si la vida les fuese en ello. Creen que así es. Viven pensando
que una casa para dos es su futuro y que un sólo cepillo de dientes en el baño
no es sinónimo de felicidad. Pueden ser felices pero se niegan a aceptar que
solas puedan conseguirlo. A veces lo
intentan, se levantan diciéndose que no hay nada malo en estar “sola” pero
tarde o temprano caen, y cada caída es peor que la anterior.
Otras ya no creen en el amor. Pasan
el rato, revuelven sus sábanas, comparten sus camas pero se niegan a compartir
algo más. Tienen miedo. Porque saben lo que pueden perder…y nadie les ha
enseñado de verdad lo que pueden ganar.
Todas son maravillosas. Cada una
a su manera. Con sus múltiples defectos y sus millones de virtudes. Todas
buscan lo mismo, la felicidad. Todas han caído. Todas se han levantado, o están
en ello. Pero todas tienen cicatrices. Huellas. Algunas queman. Otras ya ni se
notan.
Ellos serán así. Independientes,
inteligentes, increíbles. Pero no lo sabrán. No lo oirán. No lo creerán.
Han pasado su vida con las chicas
equivocadas. Y todavía no se han
conocido.
Algunos se cruzarán…y pasarán de
largo. Otros pararán, retrocederán si es necesario, y ahí estarán, compartiendo
desayuno cada uno de los días que tengan junto a ella. Muchos otros
coincidirán, la mirarán, tendrán miedo y saldrán corriendo. Quién sabe.

Porque igual si lo repetimos más
a menudo, nos lo creemos.
“Tú eres guapa, tú eres buena, tú
eres importante”.
Jesica
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