domingo, 27 de octubre de 2013

La controversia de la ley

*Una colaboración especial de nuestra amiga licenciada en Derecho y ADE


Hace apenas una semana que conocimos la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, como resultado del recurso interpuesto por España a la resolución de este mismo Tribunal que ordenaba liberar a Inés del Río e indemnizarla con 30.000 euros. A pesar de que la mayoría de nosotros desconocíamos de que iba este asunto, no ha tardado en crear un gran revuelo y, como es habitual, opiniones de todo tipo y con escaso fundamento legal. Desde mi punto de vista, es preciso, en primer lugar, conocer cuál es el origen de este problema pero, sobre todo, cuáles son los fundamentos de la resolución de la Gran Sala.
Para entender en qué consiste la “Doctrina Parot” hay que remontarse nada menos que al Código Penal franquista de 1973; en éste, entre otros, se fijaban dos medidas que afectaban de manera importante al cumplimiento de las penas. La primera de ellas, recogida en su artículo 70, establecía que el límite máximo de estancia en prisión sería de 30 años Así, una persona condenada a 180 años de prisión estaría un máximo de 30 en la cárcel. El segundo de los criterios, recogido en el artículo 100 del Código, brindaba la oportunidad a los presos de reducir la pena mediante el trabajo en prisión, en concreto, un día por cada dos de trabajo. Estas medidas, que como hemos dicho provenían de la época franquista, parecieron no suponer ningún problema durante la recién estrenada democracia, a pesar de la obvia laxitud de las mismas, y los Tribunales optaron por una aplicación conjunta de las mismas; esto es, la reducciones de la pena que resultasen del trabajo se aplicarían al límite de 30 años y no a la pena impuesta realmente (en el ejemplo anterior, en lugar de aplicar la reducción a los 180 años de condena, se haría directamente a los 30) creando así una nueva pena para la aplicación de los posibles beneficios penitenciarios.
 Esta doctrina, que ahora nos resulta escandalosa y profundamente injusta, fue de aplicación durante más de 20 años y a un gran número de casos hasta que, finalmente, uno de ellos hirió especialmente la sensibilidad de la sociedad, políticos y tribunales; el del terrorista Henri Parot condenado a 4.800 años de cárcel por la comisión de 82 asesinatos. Parot, que tendría que permanecer en la cárcel hasta 2020, consiguió un trabajo en prisión que supuso una reducción de 10 años en su condena, es decir, cumpliría poco más de 20 años. No cabe duda de que, como mínimo, es insultante para las 82 víctimas y sus familiares, y que, además, no parece sencillo encontrar un argumento legal o justo que defienda esta situación.
Ante esta situación problemática y aberrante, comenzó a aplicarse lo que ahora conocemos como la Doctrina Parot, a partir de la Sentencia del Tribunal Supremo 197/2006, de 28 de Febrero, en la que se establecía que la reducción de la pena se aplicaría no al máximo de 30 años, como anteriormente, sino sobre la pena total a la que el reo hubiese sido condenado, algo mucho más lógico y justo, desde mi óptica.
Por tanto,  la pregunta es ¿Por qué el Tribunal de Derechos Humanos ha rechazado esta doctrina, si es claramente más justa? Pues bien, lo primero que hay que destacar es que ese rechazo no ha sido a la Doctrina Parot en sí misma, sino la aplicación de la misma al caso concreto y exclusivo de Inés del Río. Y debido a un aspecto que está muy claro tanto en el propio Convenio Europeo de Derechos Humanos  como  en nuestra Constitución,  y es el principio de irretroactividad de las leyes en los casos desfavorables para el reo.  O lo que es lo mismo, la nueva Doctrina creada a partir de la Sentencia 197/2006 sería de aplicación para los casos posteriores a la misma, pero nunca anteriores, como el de Inés del Río, pues es inconstitucional de una parte y, de otra, viola los Derechos Humanos como recientemente ha confirmado el Tribunal. Personalmente, creo que la ley en este caso no puede ser más clara, a pesar de que la aplicación de la misma genere una situación y unas consecuencias cuestionables moralmente. Y es aquí, donde cabe hacer una reflexión.
Una reflexión sobre quién tiene la culpa de que hayamos llegado hasta este punto y, una vez más, hayamos hecho el ridículo ante las instituciones Europeas. Pues bien, para mí la responsabilidad es clara, y desde luego no es del Tribunal Europeo, quién se ha limitado a aplicar la ley de un modo aplastante; sino de nuestros políticos que no se dignaron a modificar el Código Penal hasta el año 1995, los mismos que ahora se avergüenzan de la sentencia del Tribunal manifestando públicamente su repulsión y descontento. Ese descontento lo puedo entender parcialmente en las asociaciones de víctimas (muy parcialmente), pero no en aquellos que tuvieron la posibilidad de cambiar la situación y no lo hicieron hasta 20 años después, y que ahora optan, una vez más, por burlarse del Estado de Derecho y de las normas y principios que lo inspiran, y ya de paso, de todos los ciudadanos.
Pero lo más triste de todo ello, es que el asunto se ha planteado públicamente como una humillación al Estado español, a todas las víctimas, y a nuestros tribunales, eludiendo afrontar, por enésima vez, la responsabilidad e ineptitud política que hay detrás y, lo que es peor, fomentando entre los ciudadanos el poco respeto a la aplicación efectiva de la ley y a las reglas democráticas, posiblemente una de las pocas cosas de las que todavía podíamos sentirnos orgullosos.

 Sofía 



sábado, 19 de octubre de 2013

Canción de otoño

Porque también me gusta el otoño...

 Llueve… y llueve…y llueve…Me gusta la lluvia.

    Me gusta escuchar como las gotitas de agua golpean la ventana y sentir esas ganas de quedarse metida en cama todo el día, que no importe nada… un poco de música… de buena música... y a soñar...

La lluvia… el frío… los colores… la paz…   
               
    Compartir un café muy calentito.  Horas de charla ilusionada con esas personas que has decidido que formen parte de tu vida.Complicidad.

   La soledad con connotación positiva. El placer de un paseo tranquilo por la calle...el olor a castañas... 

    Parar el reloj. Ver como tu cabeza se llena con tus recuerdos más felices, y cómo aparecen también los sueños, creando batallas entre pasado y futuro, en las que ni tu misma sabes que pensamientos elegir . 

Disfrutar de ti.

Canción de otoño...

Que tengáis unos felices días otoñales...
Iria

lunes, 14 de octubre de 2013

HISTORIAS PARA NO DORMIR


Érase una vez una mujer...

Está claro que hay cosas en la vida que no nos gustan. Hay cosas con las que no se está de acuerdo y cosas en las que es mejor que no estemos todos de acuerdo. Pero hay límites. Hay barreras. Hay momentos en los que hay que tener tolerancia CERO. Y ésta, como muchas otras de las que os iré hablando en esta serie de “historias para no dormir”, es una de esas cosas en la que, incluso aunque haya opiniones para todos los gustos (algunos de los cuales me producen náuseas), debe de haber un consenso, porque, como dije, hay momentos en la vida donde, yo por lo menos, no considero que ser tolerante sea una opción.

No soy mujer. No según Gallardón, que hace tiempo en una de sus muchas charlas en las que si estás comiendo se te atraganta la comida, dijo que lo que a una mujer la hace realmente mujer es el hecho de ser madre, y dado que aún no lo soy ni sé si lo quiero ser, no soy mujer.
No soy mujer y si algún día decido serlo tendré que tener cuidado de que mi decisión sea definitiva pues no habrá vuelta atrás, no por lo menos para mí, para todas las personas que no se puedan permitir pagarlo fuera de España, no para todas aquellas menores que no puedan conseguir autorización, no, no, no para demasiada gente.
Sí ,esta es la nueva España, un país que está retrocediendo a pasos agigantados y en el que esta reforma de la ley del aborto quiere volver a anular a las mujeres en su capacidad de decisión, quiere volver a los tiempos en los que la finalidad máxima de la mujer es dar vida. Así que preparaos chicas que volveremos al hogar...
Me cabreo, y mucho. No lo entiendo. No comprendo que a estas alturas de la vida y con todo lo que mucha gente ha tenido que luchar para llegar a donde llegamos, así, sin más, nos quiten todo, y nos lo quiten con una sonrisa y palabras llenas de eufemismos baratos.
Pues sí, nos están quitando muchos derechos. Y entre ellos, el aborto. Y por muchas vueltas que le den, por mucho que digan que quieren proteger la maternidad (¡Ja!), la realidad es bien distinta. La realidad es que sí, que una mujer embarazada hoy en día sigue teniendo problemas a la hora de pedir bajas, de conseguir trabajo, etc. Y, por supuesto, eso es otro punto que hay que mejorar. Pero la protección de la maternidad no creo que esté ligada a la decisión de abortar. Y eso es lo que nos han querido vender, entre otras muchas bazofias. No entiendo. No veo que hay de malo en poder decidir sobre el futuro de uno mismo y de lo que será una parte de ella. No me cabe en la cabeza que vengan unos cuantos señores trajeados a decirme a mí si puedo o no, si debo o no. Y menos aún puedo entender cómo una señora puede luchar por quitarle derechos y libertades a otra. Eso ya supera todos mis entendimientos. Todos.
Quieres tener hijos, adelante. Quieres tenerlos incluso si van a salir con deformaciones, incluso si la calidad de vida de ese niño será, cuanto menos, cuestionable, adelante. Pero no impidas que otras personas tomen la decisión opuesta. No hagas que, incluso, tengan que arriesgar sus vidas para conseguir algo que debería estar implícito en la definición de país desarrollado. No hagas de una simple acción, un suplicio, una vergüenza, una humillación. Porque al final, eso es lo que conseguiremos. Humillarnos, ser humilladas, una vez más. Y todo para que, al final, los principios en los que se basa esta gentuza (no tiene otro nombre, no al menos otro nombre que no sobrepase los límites del buen vocabulario), esas consideraciones de asesinatos (¡Por favor!!!!), esas más que cuestionables ideologías religiosas, se queden en tinta mojada cuando una de ellas quiera abortar. Porque no nos engañemos, lo harán. Pero lo harán con la dignidad que nos han quitado. Lo harán con los millones que nos están robando y, por supuesto, lo harán a escondidas, para poder seguir amargándoles la vida a millones de mujeres que no piden más que poder decidir sobre su propia vida.
No, no y no.
Aborto es sagrado.


Jesica

sábado, 5 de octubre de 2013

¿Lo tenemos todo? o ¿Lo queremos todo?

Hace unos días leí en un blog algo sobre los veintitantos, esa etapa llena de cambios en la que abrimos los ojos y nos damos cuenta de que ya nos hemos hecho mayores. El Blog nos hablaba de la parte bonita que a tod@s nos gusta, nueva madurez, nuevas responsabilidades…Me atrevo a decir que casi cualquier persona que ya hubiese pasado la veintena, acabaría con una sonrisa tras leer aquello.
Ahora bien, como veinteañera en pleno auge, me dispongo a hablar de una manera menos idealizada de este periodo de vida y de cómo lo vivimos. Actualmente, much@s de nosotr@s vivimos en un auténtico desconcierto. Todos los roles de la vida se han ido posponiendo de modo que a día de hoy, nos encontramos con que ya tenemos 25 años y ni sabemos que seremos “de mayores”, a duras penas podemos independizarnos  y ya no hablemos de aquellos que sueñen con tener y mantener una familia, que dentro de poco se hará a los 40.
Estoy cansada de escuchar cómo la gente se pregunta ¿Qué es lo que falla? El sistema educativo, la situación económica o de una manera genérica se dice que- falla “la juventud de hoy en día…”- A lo mejor lo que pasa es que en realidad no falla nada y simplemente estamos ante una nueva era en la que todo se va redefiniendo: Las etapas de la vida se viven más tarde, vivimos más años… etc. Es normal que en una sociedad en la que todo evoluciona, evolucionemos las personas también. Por ello, es importante no aferrarse al pasado y no obsesionarse por tenerlo todo “solucionado” a los veinte años.
Aún así, creo que es cierto que hay un “acomodo”, y me incluyo, en la forma de plantearnos el futuro. Hemos llegado a un nivel de vida en el que nunca nos conformamos con lo que tenemos: Un móvil de última generación, un coche propio, un trabajo fijo para poder independizarnos y comprarnos una casa, dinero ahorrado, poder ir tres días por semana de cañas con la pandilla, pagar la cuota del gimnasio, de internet, las vacaciones, etc. Y luego decimos a gritos…-Yo no pido tanto en la vida… ¿no?- Para mí hemos convertido  lujos en….imprescindibles? Por momentos pienso que la sociedad ha querido convencernos de que no podemos vivir sin todas esas cosas.

            Nos quejamos, nos manifestamos, protestamos por nuestras mierdas de trabajos inestables, no sabemos lo que queremos y nunca nos conformamos con lo que tenemos… En este último año he decidido vivir feliz con lo que tengo y con lo que no tengo…y tener presente en mi cabeza siempre la misma pregunta…  ¿Realmente hago todo lo que está en mi mano para alcanzar lo que quiero?

Iria