lunes, 14 de octubre de 2013

HISTORIAS PARA NO DORMIR


Érase una vez una mujer...

Está claro que hay cosas en la vida que no nos gustan. Hay cosas con las que no se está de acuerdo y cosas en las que es mejor que no estemos todos de acuerdo. Pero hay límites. Hay barreras. Hay momentos en los que hay que tener tolerancia CERO. Y ésta, como muchas otras de las que os iré hablando en esta serie de “historias para no dormir”, es una de esas cosas en la que, incluso aunque haya opiniones para todos los gustos (algunos de los cuales me producen náuseas), debe de haber un consenso, porque, como dije, hay momentos en la vida donde, yo por lo menos, no considero que ser tolerante sea una opción.

No soy mujer. No según Gallardón, que hace tiempo en una de sus muchas charlas en las que si estás comiendo se te atraganta la comida, dijo que lo que a una mujer la hace realmente mujer es el hecho de ser madre, y dado que aún no lo soy ni sé si lo quiero ser, no soy mujer.
No soy mujer y si algún día decido serlo tendré que tener cuidado de que mi decisión sea definitiva pues no habrá vuelta atrás, no por lo menos para mí, para todas las personas que no se puedan permitir pagarlo fuera de España, no para todas aquellas menores que no puedan conseguir autorización, no, no, no para demasiada gente.
Sí ,esta es la nueva España, un país que está retrocediendo a pasos agigantados y en el que esta reforma de la ley del aborto quiere volver a anular a las mujeres en su capacidad de decisión, quiere volver a los tiempos en los que la finalidad máxima de la mujer es dar vida. Así que preparaos chicas que volveremos al hogar...
Me cabreo, y mucho. No lo entiendo. No comprendo que a estas alturas de la vida y con todo lo que mucha gente ha tenido que luchar para llegar a donde llegamos, así, sin más, nos quiten todo, y nos lo quiten con una sonrisa y palabras llenas de eufemismos baratos.
Pues sí, nos están quitando muchos derechos. Y entre ellos, el aborto. Y por muchas vueltas que le den, por mucho que digan que quieren proteger la maternidad (¡Ja!), la realidad es bien distinta. La realidad es que sí, que una mujer embarazada hoy en día sigue teniendo problemas a la hora de pedir bajas, de conseguir trabajo, etc. Y, por supuesto, eso es otro punto que hay que mejorar. Pero la protección de la maternidad no creo que esté ligada a la decisión de abortar. Y eso es lo que nos han querido vender, entre otras muchas bazofias. No entiendo. No veo que hay de malo en poder decidir sobre el futuro de uno mismo y de lo que será una parte de ella. No me cabe en la cabeza que vengan unos cuantos señores trajeados a decirme a mí si puedo o no, si debo o no. Y menos aún puedo entender cómo una señora puede luchar por quitarle derechos y libertades a otra. Eso ya supera todos mis entendimientos. Todos.
Quieres tener hijos, adelante. Quieres tenerlos incluso si van a salir con deformaciones, incluso si la calidad de vida de ese niño será, cuanto menos, cuestionable, adelante. Pero no impidas que otras personas tomen la decisión opuesta. No hagas que, incluso, tengan que arriesgar sus vidas para conseguir algo que debería estar implícito en la definición de país desarrollado. No hagas de una simple acción, un suplicio, una vergüenza, una humillación. Porque al final, eso es lo que conseguiremos. Humillarnos, ser humilladas, una vez más. Y todo para que, al final, los principios en los que se basa esta gentuza (no tiene otro nombre, no al menos otro nombre que no sobrepase los límites del buen vocabulario), esas consideraciones de asesinatos (¡Por favor!!!!), esas más que cuestionables ideologías religiosas, se queden en tinta mojada cuando una de ellas quiera abortar. Porque no nos engañemos, lo harán. Pero lo harán con la dignidad que nos han quitado. Lo harán con los millones que nos están robando y, por supuesto, lo harán a escondidas, para poder seguir amargándoles la vida a millones de mujeres que no piden más que poder decidir sobre su propia vida.
No, no y no.
Aborto es sagrado.


Jesica

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