Hay días que
te gritan que bajes libros de la estantería y recuperes historias...
(...)
-Dios mío… Max.
La luz
de la mañana dora los iris de Mecha Inzunza, como en otro tiempo. Hay leves
marcas y manchitas de vejez en su piel, e infinidad de minúsculas arrugas en
torno a los párpados y la boca, acentuadas ahora por una sonrisa estupefacta.
Pero lo despiadado del paso del tiempo no ha logrado borrar lo demás: la forma
pausada de moverse, la elegancia de maneras, las líneas prolongadas del cuello
y los brazos cuya delgadez acentúa la edad, enflanqueciéndolos.
-Tantos años- dice ella-.Dios mío.
Están cogidos de la mano, mirándose. Max alza la derecha de
ella, inclina la cabeza y la roza con los labios.
-Veintinueve, exactamente-precisa-. Desde el otoño de mil
novecientos treinta y siete.
- Niza…
- Sí. Niza.
(…)
El tango de la guardia Vieja de Arturo Pérez-Reverte
Iria
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