viernes, 18 de julio de 2014

He engañado a Golden con Royal Gala


- ¡Chica! ¡Es increíble! Después de más de veinte años juntos, va la tía y le dice a mi hermano que se enamoró de otro hombre. Que a él lo sigue queriendo pero que se va con el otro.
-¡Pero bueno! ¡La mato si me dice eso!¡Qué zorrita! Desde luego, con lo simpática que parecía, siempre tan atenta con tu madre y con los críos… Al final las que aparentan ser más buenas son las peores.
-¡Pues ya ves! El que más pena me da es Luis. El pobre tiene que estar destrozado. Me contaron que hace un mes la vieron tomando un café con su nuevo ligue. Creo que es más joven que ella, a lo mejor se piensa que se rejuvenece por estar con él… ¡Es una vergüenza!

    ¡Una vergüenza! Nada más y nada menos. Yo sí que me avergüenzo cuando hay conversaciones como ésta y mi vergüenza aumenta cuando intentan hacerme partícipe de las mismas. Aunque claro, supongo que a quién esté leyendo al otro lado le costará imaginarse la situación. No es muy habitual escuchar estas cosas (Nota: Estoy siendo irónica, of course).
Ya no voy a meterme con el machismo que se desprende de los diálogos, que de por sí ya constituye un buen tema para tratar en el blog. Quiero hablar de las infidelidades. Infidelidad. Ese tema  tan recurrido en las conversaciones triviales, en las trascendentales, en las íntimas, en las de borrachera, en las de cotilleo...etc, etc, etc.
¿Cuántas veces os han preguntado-o habéis preguntado- si perdonaríais una infidelidad? ¿Una vez? ¿Veinte? ¿Cincuenta? Y aquí es donde nos llenamos la boca: - ¡Jo, jo, jo!¡Qué le den! Yo no podría perdonarle jamás.  Si estuviera realmente enamorad@ no me habría engañado. Y digo yo: ¿Enamorad@? ¿Eso qué es? ¿Qué es el amor? Si no es para siempre, ¿No es amor?

     Todo es muy simple comparando a las personas con manzanas (Nota: Todo lo hago por hablar de las manzanas. Me encantan las manzanas). Antes de dejar volar por completo mi imaginación os prometo que soy una persona bastante cuerda. Sé que much@s pensaréis que “se me fue un poco la olla” (Nota: Probablemente tengáis razón).

    Voy a contarlo en primera persona, así le aporto ese "toque de Blog" a la historia. Unas líneas más arriba ya dije que me encantan las manzanas. Desde que probé unas Golden que le sirvieron al frutero de mi barrio, me enganché a esa clases: verdes, con el tamaño perfecto. Cada semana iba a la tienda y compraba mi provisión de manzanas. Todo iba bien, unas semanas estaban más caras, otras me las encontraba de oferta, pero siempre igual de ricas. De repente, un día me supieron diferente. Ya les había visto una pinta distinta cuando Carlos (os presento a mi frutero) me las echó en la bolsa. Estaban más amarillas, como si hubiesen llegado más maduras. –Puede que sea eso, pensé. Demasiado maduras.  

    A la semana siguiente, la misma mala pinta. Le dije a Carlos que intentara escoger las que estuvieran más verdes. Así lo hizo, pero yo seguía sin encontrar el mismo sabor, textura… -Será la época, pensé. No me di por vencida, después de todo, valían para comer y es normal que no siempre estén igual de perfectas. A la semana siguiente esperaba encontrarme ya con mis ricas manzanas, que hubiese llegado un nuevo pedido y que tuvieran esa pinta tan apetitosa. Pero no. Tercera semana con mis ilusiones fallidas. -¿Qué pasó con las manzanas Golden? Le pregunté a Carlos. - ¿Con las Golden? No sé, ¿Por qué? ¿No estaban bien la semana pasada?- No, ya se les ve que están más amarillas y tienen menos agua.- Pues no puedo decirte por qué. Las sigo vendiendo igual o incluso más. Volví a mirar a las manzanas pensando en si darles otra oportunidad y Carlos apuró mi decisión. -¿Por qué no pruebas estas otras? Si te gustan poco maduras y con agua, éstas te encantarán. – La verdad es que tienen buena pinta. -Está bien, dame media docena.
Cuando llegué a casa descubrí que el frutero tenía razón. Estaban tan buenas como las Golden del principio. Ummmm ¡Cómo me gusta comer una buena manzana! A la semana siguiente ya pedí directamente Royal Gala. - ¿Seguro que no quieres llevar alguna de Golden? La semana pasada me llegaron cajas nuevas a las dos horas de que te marcharas. (¡Vaya!¡ Justo cuando decides cambiar vuelven tus manzanas!) Vuelven a estar como a ti te gustan ¡Mira qué pinta!   -No, da igual. Dame de las rojas que estaban muy buenas. Prefiero no arriesgarme.
Mientras tanto, intervino una de las clientas de la frutería: -Siempre comprando Golden y de la noche a la mañana te pones a comprar otra clase… ¡Con la pinta que tienen las Golden!

    Es cierto que las Golden tenían buena pinta, pero después de haber probado las otras, me apetecía cambiar una semana más. A partir de ese día podían pasar varias cosas: Que nunca más comprara manzanas Golden; que las Royal Gala subieran de precio y decidiera volver a decantarme por las Golden; Que me aburriera de las Royal Gala, de las Golden y  me animara a probar las Granny Smith que brillaban en una de las cajas superiores.

    Puede que os resulte absurda (y de loca) esta comparación con las infidelidades de pareja. Sin embargo, creo pueden extrapolarse perfectamente muchos de los pensamientos y comportamientos con las manzanas a las relaciones, al menos en mi manera de verlo. Vuelvo a lanzar preguntas, ¿Qué ocurriría si las manzanas Golden no hubiesen empezado a ser diferentes? Yo, probablemente no habría cambiado de clase. En el amor ocurre lo mismo. Es muy difícil que las manzanas que te han gustado desde siempre te sigan agradando igual. Hay muchos factores que entran en juego: el estado de maduración, tu propio gusto, la facilidad que tengas para ir a la frutería, etc. Puede que no estuviese tan adicta a las Golden y decidiera cambiar sin más (aunque las manzanas supieran igual). Puede que hubieran cambiado de sabor y aún así seguirme gustando. Esto último debe de ser lo que les pasa a las parejas que viven felices y “enamoradas” toda la vida. Serán pocas pero como as meigas “habelas hailas”.

    Antes de que se os pase por la cabeza eso de que “estos cambios que se hacen hoy en día son cosas de la nueva era” os digo: ¡Por favor! ¡Seamos inteligentes! Puede que sean cosas de la nueva era pero, en vez de lamentarnos, demos gracias de que así sea. Antiguamente las cosas eran diferentes, se encontraba una clase de manzana y no se podía andar cambiando, al menos así se enseñaba. En consecuencia, miles de parejas viven infelices en una vida que no les llena. Y digo yo: ¡Qué pena! ¡Con lo que presta tener en la nevera tus manzanas favoritas para disfrutar de ellas cuando te apetezca!

    No me gusta cuando se habla a la ligera de “poner los cuernos”. La visión alarmista de la infidelidad forma parte del pasado y no podemos condenarla sin más. A lo mejor hay que empezar a compadecerse de la persona que es infiel ¿Por qué es infiel?.

    Yo digo si/no a las infidelidades y a los celos. Debes estar con quién realmente quieras estar y no desconfiar de tu pareja. Si sois felices no habrá problemas y si hay problemas no los vas a solucionar desconfiando. Con los años he roto con esa visión del amor eterno. El “sin ti no soy nada” es mentira. Personalmente disfrutaré  del amor mientras lo haya, dure lo que dure (horas, días, meses o años). Si se va… déjalo ir, ya volverá. 

    Ahí lo dejo. Me voy a comer una pera. No quiero saber nada de manzanas durante un tiempo…

Iria

miércoles, 2 de julio de 2014

Un encuentro en Sorrento...

        Hay días que te gritan que bajes libros de la estantería y recuperes historias...



(...)
-Dios mío… Max.
    La luz de la mañana dora los iris de Mecha Inzunza, como en otro tiempo. Hay leves marcas y manchitas de vejez en su piel, e infinidad de minúsculas arrugas en torno a los párpados y la boca, acentuadas ahora por una sonrisa estupefacta. Pero lo despiadado del paso del tiempo no ha logrado borrar lo demás: la forma pausada de moverse, la elegancia de maneras, las líneas prolongadas del cuello y los brazos cuya delgadez acentúa la edad, enflanqueciéndolos.
-Tantos años- dice ella-.Dios mío.
    Están cogidos de la mano, mirándose. Max alza la derecha de ella, inclina la cabeza y la roza con los labios.
-Veintinueve, exactamente-precisa-. Desde el otoño de mil novecientos treinta y siete.
- Niza…
- Sí. Niza.
(…)



El tango de la guardia Vieja de Arturo Pérez-Reverte

Iria