Querido Cupido:
¿Cómo llevas la resaca de San Valentín? ¿Muchas quejas? He
decidido que me dirigiría a ti en forma de carta a pesar de que tenga la
absoluta certeza de tu inexistencia. Debo mencionar que hay excepciones. A veces
apareces en tazas de desayuno (rodeado de corazones) o en peluches en los que,
la verdad, tienes unas pintas bastante singulares.
Lo cierto es que me encantaría que existieses y por eso hoy
voy a asumir que así es. No quiero que lances flechas para conseguir que dos
personas (hasta el momento desconocidas) estén juntas forever and ever y “pase
lo que pase” (aunque no pase nada…NADA!). Me encantaría que contribuyeses a
inculcar un poquito más esa visión realista y racional del amor. Una visión
sana, libre y positiva. Porque me da miedo
el amor que se enseña y el amor que aprendemos. Me da miedo que tengamos que
esperar a hacernos mayores para entender ciertas cosas y que, a veces, ni con
madurez llegue el aprendizaje. Tengo miedo al dramatismo ante la falta de amor
“romántico”. Miedo al prototipo de pareja de vestido blanco y frac negro. Miedo
al miedo que se tiene de no encontrar con quién compartir la vida. Miedo a las
personas que venden el miedo a tener miedo a no encontrar con quién compartir
la vida. Me da auténtico pavor que, aunque pasen los años, las cosas no cambien o
(lo que es peor aún) nos vendan que ya han cambiado cuando siguen igual que
antes-Aquí mi saludo a los del Corte Inglés-.
Cupido, Cupido... Tienes tanto trabajo por delante…
Iria