Pasé este 4 de mayo con la tranquilidad de mi toalla sobre
la arena, orientada al sol y cerca del mar. Nunca he celebrado especialmente
estos días de la madre, del padre, de san Valentín… Quizá es mejor que diga
CASI nunca porque todas tenemos un pasado de cuadros de macarrones, ceniceros
de barro y mensajes en cartulinas para demostrar que éramos
las mejores hijas y novias del mundo.
Digamos que yo soy de las que van por ahí diciendo la famosa
frase (y no sólo lo digo, lo pienso de veras) de que el día de la madre son
todos los días. Creo que no hay nada que agradecer por ser madre en sí, sino
por la forma en la que es cada madre. Dicho de otra forma: lo importante no es el día de la madre
sino el día de esa gran persona que, además, es mi madre.
Ahora, después de protestar, voy a hacer todo
lo contrario a lo que digo que para eso la que escribe soy yo. No he podido
evitar contagiarme del amor que se respira hoy en las redes sociales, en la
calle, en la ropa de domingo y en los restaurantes por los que he pasado de
camino a la playa. A medida que avanzaba el día, aumentaba mi sentimentalismo
por mi querida mami. Así que me dije que de noche la llamaría diciéndole
que ya sabe como soy y que no me gustan estos días… pero que la quiero mucho
igual (y como antes… no sólo lo digo, lo siento de veras).
Mientras pensaba en todas estas cosas pasó algo que distrajo
mi atención. Justo
detrás de mi toalla había una madre, de unos 70 años, con su hijo. El verano
pasado coincidía con ellos todos los días, cada día ella bajaba con varias
bolsas, la nevera, la sombrilla… y él, que rondará los 40, viene detrás con una
gran sonrisa y la toalla en la mano, que coloca en la arena mientras la madre
lo prepara todo. Él no habla pero hace todo lo que le dice su madre y lo que,
para algunas personas serían dificultades, en ellos son
miradas de amor puro. Pues bien, estaban tomando el sol tranquilamente cuando llegó una amiga de la madre y tras
saludarlos exclamó: - ¡Pepito!(le hablaba al hijo) ¿felicitaste a tu madre?
¡Tienes que felicitarla que hoy es el día de la madre! Pepito no habla pero, tras la exclamación de la señora, la madre se rió y dijo: -oh… ¿si? ¿Hoy es el
día de la madre? ¡Pepito dame un beso! Acto seguido se acercó a Pepito, lo
besó y ambos sonrieron. Pepito y su madre no suelen celebrar el día de la
madre, pero que la señora se lo recordara sirvió para que se besaran. Me quedo con eso. No hacen falta comidas o regalos pero es
imprescindible que lo que hagamos, lo hagamos de corazón.
En fin, la historia de Pepito, los mensajitos de los amig@s
del facebook y un pequeño pensamiento (de éstos que no se deben
de tener) que me decía: “si los demás ensalzan públicamente el amor a su madre, ¡tú también!”.
Así que yo le dedico todos estos pensamientos a mi mamá porque, además de ser
mi madre, es una gran persona.
Feliz domingo!!
La playa no es para ordenadores y por eso os dejo la prueba de mis reflexiones originales…
Iria