domingo, 6 de abril de 2014

De amores va la cosa...


     Perderte siempre ha sido uno de mis mayores temores. Perderte pero sin perder todo lo que me une a ti. A menudo solía levantarme con los ojos llenos de lágrimas tras haber soñado que te marchabas, que me marchaba, que se marchaba nuestra complicidad, nos marchábamos sin rumbo hacia otro rumbo. Fui comprobando que ninguno de estos temores y pesadillas tienen sentido. Lo comprobaba buscándote en tu lado de la cama y acomodándome a ti, como piezas de Tetris que se unen (y que nosotros deshacíamos a los 30 minutos cuando empezabas a revolver las mantas).  Reconozco que odiaba que tu despertador sonara 20 veces, que me pidieras (balbuceando dormido) que te calentara el café  y encontrármelo frío al salir de la ducha, mientras tú seguías calentito bajo la cama, remoloneando 5 minutos más.
     Con el paso de los años había comprobado que mis pesadillas y temores no eran más que preocupaciones inútiles: preocupación de que nos pudiésemos hacer daño, preocupación de que nos faltase entendimiento, preocupación porque nos fuese mal la convivencia. Ahora, cada vez que echo la vista atrás, me doy cuenta de que si todo nos ha ido tan bien es porque nunca nos hemos preocupado seriamente de nada. Nos hemos limitado a vivir.
     Recuerdo como al mes de conocerte me dijiste que jamás podrías prometerme que me querrías siempre. Llegaba a casa intentando comprender todo lo que me decías: que el amor no existía, que no podías garantizarme que fueras a seguir conmigo, que era muy probable que en un par de años estuviésemos con otras personas o viviendo solos. Decía que el problema de la mayoría de las relaciones era no tener presente esta realidad, que el mayor amor que tú contemplabas era el presente. Aquí y ahora. Tú y yo compartiendo momentos de felicidad.
     Han pasado 12 años y 3 meses y cada vez que pienso en ti y en tus “ideales románticos” se me pone una sonrisa; la misma que se me ponía cuando apenas te conocía y llegabas al bar donde parábamos, la misma que se me pone cuando te veo dormir, la misma que se me pone cuando escucho las improvisadas notas de voz que me mandas por whatsapp; la sonrisa que esbozo cuando se abre la puerta del aeropuerto y estás allí para recogerme, o para despedirme mientras entonas entre risas el “dont worry be happy”.
     A día de hoy vuelven mis temores y no estás en tu lado de la cama para abrazarte, no es nuestra ciudad, nuestro hogar, nuestro rincón, nuestro mar. No tengo a mi compañero insustituible de batallas, pero cada día me repito que durante mi estancia en Alemania no puedo dejar que mi sonrisa se apague en ningún momento. La vida nos ha llevado por estos caminos mientras luchamos por nuestro futuro. Sé que lo importante es que cada día disfrutemos con lo que estamos haciendo y eso es lo que cada día hago. Bueno, eso y echarte un poco de menos…



       Pongo el primer corto que sacamos adelante en la universidad, el tema viene al caso y... quedé orgullosiña de como quedó.

Feliz domingo!
Iria